A las puertas de la Religión

     El 17 de julio de 1890 sale a la luz el primer número del diario La Religión, acontecimiento de enorme trascendencia para la Iglesia. Recordemos, que el siglo XIX fue especialmente duro para esta Institución ya que debió afrontar persecuciones y expulsiones de algunos destacados miembros, así como expropiaciones de conventos y templos, esto debido sobre todo, a la presencia en el gobierno de varios presidentes decididamente anticlericales no sólo en los momentos iniciales de la República, sino bien avanzada la centuria. Uno de los casos más emblemáticos tal vez sea el del presidente Antonio Guzmán Blanco, quien coloca a la Iglesia bajo el control del Estado. Cierra los seminarios y clausura los conventos; seculariza la educación, el registro civil y los cementerios; instituye el matrimonio civil; despoja a la institución eclesiástica de templos y otras propiedades y se querella con su alto mando.

     Dos años después de haber culminado la hegemonía guzmancista, la Iglesia se mantiene en pie y funda el diario La Religión, bajo la dirección de Pbro. Dr. Juan Bautista Castro y el Patrocinio del Sacratísimo Corazón de Jesús. Su sede estaba situada entre las esquinas de La Pedrera y Muñoz, número 36 (luego experimentó varias mudanzas, ubicándose entre las esquinas de Principal a Santa Capilla, entre las esquinas de Palma a San Pablo, en la esquina de Gradillas y a mediados de los años sesenta del siglo XX en las esquinas de Torre a Madrices). Mediante La Religión, la Iglesia hace uso del principal órgano informativo del siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX: la prensa. Es así que en una editorial aparecida en 1898 se refl exiona sobre la importancia de este medio: “Puesto que el principal instrumento de que se valen los enemigos de la Iglesia es la imprenta, conviene que los católicos opongan la buena a la mala prensa para la defensa de la verdad y tutela de la religión. Es deber de los fieles sostener la primera efi cazmente, no sólo negando todo auxilio al periodismo perverso, sino concurriendo directamente para hacerla vivir y prosperar, cosa que creemos que no se ha hecho bastante hasta ahora.” Y en otro número aparecido en 1893, a propósito de la fundación de un nuevo periódico advertía: “Es la época de los periódicos, y ya vendrá la nube de papeles, a proporción que aprieten las elecciones.

     Lo deplorable es que entre tamaña muchedumbre de hojas periódicas, sean tan pocas las que disponen de vida permanente y de sólida y variada lectura. Es el caso de insistir en la conocida tesis de un compatriota nuestro: ‘¿no se lee porque no se escribe o no se escribe porque no se lee?”. A diferencia de esa prensa coyuntural, este órgano se mantuvo durante más de una centuria.

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