¡Panadero, pan!

     El consumo del pan en estas tierras, como es bien sabido, es un legado de los españoles. Su popularidad en el gusto de los venezolanos fue progresivamente en aumento, y es así como en el siglo XIX se fundan las primeras panaderías –anteriormente, el panadero trabajaba en su casa–. Los panes elaborados en muchos de estos establecimientos llegaban a los consumidores gracias al vendedor y repartidor de pan. A primeras horas de la mañana comenzaba su itinerario. Generalmente se desplazaba a lomo de asno o mula, donde cargaba los envases que contenían el producto, cubiertos con una tapa metálica que hacía sonar a la voz de “¡panadero, pan!”. Otros repartidores se echaban al hombro su cargamento y hacían el trayecto a pie. Al escuchar el pregón del panadero, las amas de casa y las criadas salían a su encuentro portando una cesta donde ponían los bollos de trigo. Este mismo recorrido se solía repetir en horas de la tarde. En la fotografía vemos retratada una escena que transcurre en una calle del conocido sector de La Pastora a principios del siglo XX. En primer plano están el panadero, una compradora con su cestita y varios niños que, como los adultos, acostumbraban a usar sombrero.

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