El rechazo más radical a la introducción de las máquinas de vapor se registró en Inglaterra, a principios del siglo XIX, y se conoció con el nombre de “ludismo”. Algunos trabajadores, siguiendo las prácticas del obrero Ned Lud, se dedicaron a la destrucción de las mismas, hasta que el gobierno inglés intervino en forma enérgica. En Venezuela, hay algunos casos de rechazo a la introducción de las máquinas a fines del siglo XIX, como el que se dio en la industria cigarrera. Otras soluciones que llegaron a practicarse fueron el boycott de los productos elaborados con máquinas importadas por industriales venezolanos o la creación de fábricas de producción de cigarrillos a mano, en forma cooperativa.
La prensa decimonónica es testigo del rechazo a la mecanización en la industria cigarrera de Venezuela. Así, La Unión Social, una publicación ocasional, independiente y doctrinaria, cuyo primer número salió el 2 de junio de 1898, sentenciaba: “Ha muerto en Caracas el gremio de cigarrilleros; y la mayoría de los obreros, especialmente los pulperos sufren las terribles consecuencias de tal desgracia, cuya causa criminal es la tiranía del capital, representada por La Cubana, La Intimidad, Flor de Cuba, La América, La Hidalguía y La Igualdad. Fábricas estas que el noble pueblo venezolano no seguirá protegiendo si continúan elaborando cigarrillos con máquinas, o lo que es lo mismo contribuyendo con esos azotes de las clases trabajadoras en las naciones atrasadas, a que las masas populares mueran de hambre”. A través de esta publicación se llevó a cabo una defensa vehemente del trabajo artesanal de los cigarrilleros, y se llegó a solicitar del público no fumar los cigarrillos producidos en talleres mecanizados, una práctica que en Norteamérica se conoce como boycott, de la que apenas tenemos testimonios en Venezuela, ni el presente ni en el pasado.