Un Diciembre negro

     El 19 de diciembre de 1989, apenas entraban las primeras luces de la mañana en las casas de la población de Tacoa en el estado Vargas, cuando un estruendo interrumpió la tranquilidad de sus habitantes. La explosión que acababa de producirse provenía de la planta de generación eléctrica Ricardo Zuluoaga de la Electricidad de Caracas, ubicada a pocos metros del lugar. Había tenido lugar en momentos en que el barco petrolero Murachí, perteneciente a una de las filiales de PDVSA, se disponía a descargar 16.000 litros de fueloil, combustible que se requería para mantener la planta en funcionamiento. Tres obreros de guardia atendían el procedimiento cuando advirtieron una irregularidad en el tanque ocho, donde debía descargarse el combustible. Al abrir la escotilla se produjo una explosión; dos de los obreros se quemaron en el acto, mientras que el tercero pudo escapar y dar la voz de alarma. Al lugar acudieron los bomberos destacados en la zona, pero el incendio era tan voraz, que pronto se requirió del trabajo de cientos de funcionarios bomberiles, de defensa civil y voluntarios. Tanto las autoridades competentes como los medios de comunicación pronto se  apersonaron en el lugar de los hechos. Los vecinos del sector fueron conminados a desalojar sus hogares y trasladarse a la playa de Tacoa. Poco a poco se acercaron personas para verificar lo que acontecía. Tras varias horas de luchar con las llamas se les notificó a los habitantes, periodistas y curiosos que el peligro había sido controlado.

     La mayoría de los lugareños habían regresado a sus hogares cuando a las 11:45 am se generó una segunda explosión, esta vez en el tanque nueve, cobrando la vida de manera instantánea de los bomberos que estaban aún en labores. Los que presenciaron de lejos la pavorosa tragedia aseguraron ver cuerpos aventados al aire por la onda de choque. El fuego se extendió rápidamente. El combustible cubrió al pueblo entero de Tacoa como un negro manto que se extendió hasta la orilla de la playa. Casas, calles, árboles y vehículos quedaron incinerados. El saldo de víctimas alcanzó a más de 150 personas, entre vecinos, bomberos, periodistas y personal de la planta eléctrica. Hasta hoy no hay una investigación concluyente sobre las causas de la tragedia.

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