La Guerra será a Muerte

     El 15 de junio de 1813, desde Trujillo, Simón Bolívar dirige un bando a sus conciudadanos, los venezolanos. El propósito es convocarlos a destruir a los españoles: que no quede sobre el suelo colombiano uno solo de estos monstruos. El llamado es contundente y tiene una finalidad política expresa: convertir la guerra en una confrontación entre dos bandos irreconciliables, el de los españoles por un lado y el de los americanos por el otro. Si los primeros contribuían decididamente con la causa republicana tendrían derecho a conservar la vida, de lo contrario, serían pasados por las armas. Los americanos podían estar tranquilos, las armas republicanas los protegerían y conducirían al disfrute de la libertad.

     Se trata, sin duda, de uno de los documentos más controversiales de Simón Bolívar. Conocido comúnmente como Decreto de Guerra a Muerte, aun cuando jamás tuvo tal título, despertó en su momento y posteriormente posiciones encontradas. Los defensores de Bolívar lo justificaron interpretándolo como la inevitable venganza que exigían las atrocidades cometidas por los españoles en los primeros años de la contienda; sus detractores lo condenaron como expresión de los excesos y extravíos que animaban a los enemigos de la Justa Causa.

     “Mucha sangre costó la Guerra a Muerte. Mucha sangre entonces y mucha tinta después”, escribió Simón Alberto Consalvi en su último artículo publicado en El Nacional el domingo 3 de marzo. Transcurridos doscientos años de su sanción, la polémica sigue viva. Se reproduce aquí el impreso mediante el cual fue difundido el controversial documento, acompañado de algunas de las distintas valoraciones que ha suscitado a través del tiempo.

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