El canto heroico Gloria al bravo pueblo debe haberse entonado en las calles caraqueñas desde 1810, a juzgar por el testimonio del intendente don Vicente Basadre, funcionario de la Real Hacienda apresado a raíz de los sucesos del 19 de abril y enviado a Cádiz junto a Vicente Emparan, el gobernador depuesto. Allí escribió un informe sobre los sucesos vividos en Caracas, en los que menciona que lo más escandaloso fueron “las canciones alegóricas que compusieron e imprimieron de su independencia”.
Además de este valioso testimonio, en el prólogo a la edición de la partitura del Gloria que en conmemoración del primer centenario del natalicio de Simón Bolívar edita en 1883 el pianista, compositor y pedagogo cumanés Salvador Narciso Llamozas (1854-1940), se describe cómo se gestó la canción. Lo primero que se aclara es que los himnos nacionales “han brotado siempre al calor de las tempestades revolucionarias, como la encarnación viviente del sentimiento popular”, por lo que difícilmente son compuestos “en el seno de los certámenes académicos, sino que surgen espontáneos en los trances solemnes de la vida pública y los improvisa cualquier aficionado, poseído del amor a su patria”. Una vez despejado este punto, Llamozas afirma que el Gloria al bravo pueblo fue compuesto entre 1810 y 1811 en alguna de las sesiones de la Sociedad Patriótica que se constituyó en Caracas para defender los derechos del rey Fernando vii. Se afirma que la letra de la canción es del poeta Vicente Salias (1776-1814) y la música del compositor “de boga en aquellos tiempos” Juan José Landaeta (1780-1812). El texto también refiere que todos los circunstantes entonaron de pie y con gran pompa y circunstancia la canción, “y luego recorren las calles en animada procesión al compás de sus patrióticas estrofas”. Prosigue Llamozas resaltando que los autores pagarían con sus vidas “el crimen de haber ofrendado a la causa de la libertad el tributo de su entusiasmo, muriendo el primero fusilado en Cartagena, y el segundo asesinado por orden de Boves en Cumaná”. Aunque en realidad Juan José Landaeta no fue fusilado por Boves en Cumaná con la partitura del himno nacional amarrada en la frente, ni Vicente Salias fue pasado por las armas en Cartagena (fue ajusticiado en 1814 en el castillo de San Felipe), es indudable que el relato de Llamozas envuelve ex profeso la gestación de nuestra canción patriótica más emblemática de un halo de romanticismo y heroicidad.