Epidemias

     Las provincias hispánicas de Tierra Firme sufrieron periódicamente grandes epidemias que causaron un gran número de muertes tanto entre los indígenas como entre los conquistadores y colonos. La mayoría de ellas fueron importadas de Europa y África durante el proceso de conquista y colonización, ya en el siglo XVI. De estas epidemias, las que más causaron estragos fueron la viruela, la fiebre amarilla, la gripe, el sarampión y la lepra. Las primeras noticias sobre su incidencia fueron reseñadas por los cronistas que vinieron en las primeras expediciones, quienes destacaron en sus escritos que el efecto de estas epidemias era mucho más agresivo en los grupos indígenas que en los europeos.

     Las epidemias indirectamente se constituyeron en aliadas de los españoles en su labor de conquista, dado que muchas de las enfermedades encontraron fácil pasto en las poblaciones locales, cuyos sistemas inmunológicos carecían de respuestas naturales en contra de tales dolencias. Tal es el caso de Nueva España en los siglos XVI y XVII, donde las enfermedades pestilentes, aunadas a las hambrunas, acabaron con más de 300.000 personas. En Centroamérica se padecieron enfermedades como la viruela y las calenturas. Lo mismo pasó en el Perú de la misma época, donde se registraron epidemias de fiebres, viruelas, sarampión y tifus.

     Para el siglo XVIII se puede señalar que dichas dolencias alcanzaron las categorías de pandemia, por su recurrencia en varias regiones americanas, sobre todo costeras. Contra ellas, las autoridades coloniales implementaron diversos dispositivos para minimizar sus estragos: cercos epidemiológicos, centros especializados como en el caso de la lepra, o inmunización externa, como el caso de la variolización y la vacuna contra la viruela, medidas profilácticas y hasta rogativas para implorar la ayuda divina.

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