La senilidad de un esclavo signifi có siempre una problemática social difícil de resolver: a las aspiraciones de disfrutar de sus últimos días en libertad por parte del esclavo, y los deseos de sus dueños de obtener el máximo provecho posible o, por el contrario, de librarse de una carga, se sumaba la preocupación de las autoridades por el incremento de ancianos libertos que mendigaban por la ciudad, sin responsables de su manutención. Tres casos de la Venezuela colonial y republicana reunidos en el presente artículo ilustran esta situación.
Entre la esclavitud y la mendicidad
Un viernes 22 de julio de 1746, el esclavo Juan Félix nació de la unión legítima de Pedro Juan y de Josefa, ambos esclavos pertenecientes al Marqués del Toro. Permaneció bajo esta condición 73 años de su vida, pero no al servicio del marqués, sino al de don Sebastián de León, cuando a finales de 1809 decidió solicitar al capitán general su libertad absoluta por “razón de su avanzada edad”. Juan aseguró ante el Capitán que era dueño de un conuco que le rendía lo suficiente para subsistir, al mismo tiempo que poseía el amparo de dos hijos adultos que recurrirían en su ayuda en caso de que su subsistencia llegase a ser complicada “evitando de que pueda verse en el caso de entregarse a la mendicidad”. El esclavo aspiraba que por sus “achaques” el resultado de avalúo fuera de cero pesos, como se estipulaba en hombres de su edad.