El 13 de noviembre de 1950, el hasta entonces presidente de la Junta Militar de Gobierno, Carlos Román Delgado Chalbaud, fue secuestrado a la salida de su residencia. Los secuestradores lo condujeron a una casa situada en la urbanización Las Mercedes. Probablemente, Delgado Chalbaud conocía si no a todos, por lo menos al cabecilla de la acción: Rafael Simón Urbina, personaje que comandó junto a Gustavo Machado una invasión a Venezuela en 1929. Poco después de materializado el secuestro, Urbina resulta herido en una pierna, mientras que Delgado Chalbaud es asesinado: recibió cinco tiros y presentó una fractura de cráneo.
El asesinato del presidente de la Junta Militar de Gobierno causó gran conmoción. La muerte, ese mismo día, de su asesino a manos de la Seguridad Nacional, abonó el terreno para la especulación. Se señalaba, entre otros, a Marcos Pérez Jiménez como autor intelectual del hecho. Cierto o no, se convirtió en el mayor beneficiario de la desaparición de Delgado Chalbaud.
En la imagen, Pérez Jiménez pronuncia un discurso a propósito del funeral del presidente, mientras la viuda de éste, Lucía de Delgado, en un gesto revelador, le da la espalda. No sabemos si en esos momentos ya sospechaba de él, pero en 1954 le escribe desde Londres: “sobre usted existen sospechas y a usted se le teme. Eso es lo que se interpone en el camino de la justicia. Las sospechas, coronel, no son gratuitas. Se fundan, en primer término, en su condición de gran beneficiario del crimen, ya que la categórica divergencia entre los objetivos y métodos del gobierno de mi esposo y los suyos y la existencia misma del comandante Delgado, eran un tremendo obstáculo moral y práctico para la ascensión suya al poder y para el empleo de los procedimientos que le han permitido alcanzarlo y conservarlo”.