Desde sus comienzos en la radio hasta su trágico fin –ocurrido cuando apenas iniciaba su carrera política–, e incluyendo su labor en el terreno que explotó hasta sus últimos recursos: la televisión, Renny Ottolina se destacó no sólo por su gran talento comunicativo, sino también por sus altos niveles de exigencia y de integridad. Su desaparición dejó un gran vacío en el corazón de los venezolanos, en los cuales quedaría sembrada la eterna duda de si el responsable de la edad de oro de la televisión nacional hubiese sido capaz de llevar al país por la misma senda del triunfo que transitaron la mayoría de sus proyectos.
Renny Ottolina nació en Valencia el 11 de diciembre de 1928, en el seno de una familia integrada por inmigrantes italianos. Su madre, Ana Mercedes Pinto, no tuvo un parto normal y muy pronto murió, dejando a su único hijo en manos de su abuela María, quien le enseñó disciplina, apego a los valores cristianos y amor por la música, a lo que se unió un hecho casual: la pasión de su abuela por la radio y las radio-novelas, las cuales escuchaba al lado de su nieto.
Al llegar a la adolescencia, Renny comenzó a interesarse por la transmisión radial y el destino lo favoreció. Comenzó a los diecisiete años en Radio Caracas, pero muy pronto se cambió a Radiodifusora Venezuela. En 1947 ingresó en Bolívar Films, al tiempo que trataba de concluir su bachillerato en el Liceo Santa María, donde recibía la orientación de Guillermo Morón, su profesor de historia, quien lo recuerda como un joven brillante, expresivo y de gran iniciativa.