El 25 de julio de 1883, en olor de modernidad, fue inaugurado el ferrocarril Caracas-La Guaira. Su concreción venció no sólo las dificultades del accidentado terreno sino, además, los aprietos económicos que debió enfrentar un proyecto de esa envergadura y los conflictos políticos que hicieron peligrar su realización. Esta obra, con sus 33 kilómetros de longitud y sus 15 puentes, se convertiría en el emblema de la vocación modernizadora del llamado “Gran Civilizador”.
Después de la “Revolución de Abril” de 1870, que dejó atrás el caos de los años 1860, Antonio Guzmán Blanco, el caudillo vencedor, fue consagrado nuevo presidente. Ejercerá el cargo durante tres períodos de gobierno: el Septenio (1870-1876), el Quinquenio (1879-1884) y el Bienio (1886-1888).Durante estos años, hasta su retiro en 1887, ejerció un poder de características visiblemente autocráticas, cuidando las formas legales como ha sido tradición en la política venezolana. En su gobierno el país recibió el mayor impulso renovador en todo el siglo. La economía venezolana atravesaba un momento propicio, gracias al crecimiento de la producción de café y de algunos otros productos, como el oro, en un ciclo de expansión del comercio internacional, circunstancia que favoreció los planes gubernamentales.