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Aún Venezuela no se había convertido en el gran productor de petróleo que hoy es y ya el automóvil se había instaurado como uno de los más exitosos productos importados. Paralelamente, la industria de la gasolina, a lo largo de todas sus etapas, cobró auge: desde su refinación en México y Curazao y su venta informal en diversos locales del país hasta la aparición de las bombas de gasolina y las primeras refinerías nacionales. Una historia que abarca desde inicios hasta mediados del siglo XX y que vale la pena ser contada, como pocas veces se ha hecho.
Al principio, terminando el siglo XIX, el kerosén para el alumbrado casero era el derivado más útil del petróleo, mientras que la gasolina, producto de la destilación del crudo, fue en buena parte desechada como residuo de poca utilidad. Sólo el desarrollo de la industria automovilística tal como la concibió Henry Ford, con carros baratos fabricados en serie, hacia 1908, permitió que el mundo moderno fuese como es ahora, y los carros, en vez de ser instrumentos de lujo substitutos de los coches de caballos, fueran desarrollados por la necesidad de transporte y de consumo masivo, tal como lo deseaba Ford.
