La Venezuela de finales del siglo XIX fue testigo de la incorporación de la mujer a la actividad económica, social y cultural del país. En el campo de las bellas artes, y sobre todo en la música, la participación femenina fue notoria. Como intérprete, como creadora, como cantante, como aficionada o como profesional, la mujer venezolana dejó su impronta en el medio musical. Su contribución fue ampliamente reseñada en las publicaciones periódicas de la época, siendo numerosas las noticias recogidas sobre su actividad musical, tanto en el ámbito privado como en el público.
Este vuelco del papel de la mujer durante la segunda mitad del siglo XIX coincide con un creciente interés por ofrecer a las féminas una formación formal adecuada según su género y condición social. Para embellecer el “bello sexo”, muchos gobiernos en América Latina desarrollaron programas para que se convirtieran en mejores madres, esposas y amas de casa letradas. “La música es sin duda uno de los adornosmás bellos que pueden acompañar la educación de una señorita. Ella refina y perfecciona aquella dulzura de genio, buen gusto y sensibilidad que la caracteriza, y que formando la casa paterna, acaba por ser la delicia de un esposo”. Así reza un artículo aparecido en El Iris, revista literaria mexicana de 1826, primera entre las publicaciones dedicadas a la mujer en ese país. En Venezuela, el informe de la Dirección General de Instrucción de 1853 señala que en el Colegio Nacional de Niñas “se formarán buenas esposas y virtuadas madres de familia, modelos de buenas costumbres y de civilización”.
Cuando Antonio Guzmán Blanco decreta la gratuidad y obligatoriedad de la educación primaria en 1870, las mujeres quedan formalmente incluidas en el sistema educativo oficial.