A finales del siglo XVIII los pobladores de las tierras guariqueñas y apureñas eran víctimas de los estragos causados por vándalos de toda laya: el abigeato, los asaltos a propiedades, los asesinatos, las violaciones y otras tropelías, campeaban en la amplia llanura. Entre todos los bandidos sobresalía por su crueldad el indio guamo Juan Nicolás Ochoa, mejor conocido como “Guardajumo”. Tan oprobiosos procederes dejaron su impronta en el refranero popular venezolano y ser “más malo que Guardajumo” no resultará para nada un halago.
La Villa de Todos los Santos de Calabozo se crea en 1724, en los llanos guariqueños, como un pueblo de españoles contiguo a las poblaciones indígenas asentadas por los misioneros capuchinos con propósitos de evangelización. La villa debía proteger la obra evangelizadora frente al ataque de indios caribes y la fuga constante de indios –nómadas por naturaleza– de aquellas misiones. El extravío del acta de fundación de Calabozo desencadenó una larga lucha de sus pobladores por recuperar el título de villa, y con él los privilegios que se correspondían con esa denominación. Finalmente, en abril de 1774, una Real Provisión de Carlos III, autorizó el uso del título y el escudo de armas, en el cual, entre otros elementos constitutivos, se destaca la condición de pueblo ganadero de la villa.