El 23 de enero de 1958 se escenificaron numerosos actos de calle en repudio a la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Pocas horas habían transcurrido desde que se conociera la noticia de su huida del país a bordo de la “Vaca Sagrada”, nombre que se le daba al avión presidencial.
El estallido social no se dejó esperar y los pobladores dieron rienda suelta al descontento y la frustración contenidos durante los diez años compartidos por la Junta Militar que derrocó a Rómulo Gallegos, encabezada por Carlos Delgado Chalbaud, la presidida por Germán Suárez Flamerich y el gobierno de Marcos Pérez Jiménez.
Los manifestantes la emprendieron con todo aquello que formaba parte del régimen. Es el caso de su policía política, la temida Seguridad Nacional, cuya dirección estaba a cargo de Pedro Estrada. Este organismo represivo tenía en su haber la desaparición y tortura de numerosas personas, así como varios asesinatos, entre ellos los de algunos líderes de Acción Democrática, como Leonardo Ruiz Pineda y Antonio Pinto Salinas, ambos abatidos por efectivos de ese cuerpo.
Los métodos de tortura empleados en los calabozos de la Seguridad Nacional para arrancar confesiones a los dirigentes políticos y a los ciudadanos comunes que eran acusados de subversión y terrorismo se hicieron tristemente célebres. Cuando los manifestantes llegaron a la sede Central de la Seguridad Nacional, situada en la avenida México, su director, Pedro Estrada, se encontraba muy lejos. Días antes había abandonado el país para nunca más volver.