La bonanza de los precios del café en el mercado internacional, las reformas liberales de Santos Michelena, la influencia del Imperio británico en la política de las nacientes repúblicas suramericanas y la aspiración de los grupos de comerciantes y prestamistas de vincularse en profundidad con el Gobierno, indujeron a los inversionistas a pensar que las condiciones estaban dadas para establecer bancos en Venezuela. En medio de la euforia cafetera se crearon dos: un banco inglés con amplia presencia en el Caribe y un instituto criollo que capitalizaba todas las características de nuestra sociedad de aquellos tiempos.
Leandro Miranda, hijo del Precursor, negoció con el Gobierno la apertura en Caracas de una agencia del Banco de Londres, con el nombre de Banco Colonial Británico, dependiente de la sucursal de dicho banco en Barbados a través de su oficina en Saint Thomas. En julio de 1839, el Banco comenzó a operar sin ningún tipo de regulación estatal, con un capital declarado de 350.000 pesos y actuando, de acuerdo con sus estatutos, como banco de emisión sin limitaciones al respecto y como banco comercial. Su primer director fue William Ackers, el hombre más rico de Venezuela para la fecha, paecista de la primera hora y factor fundamental del grupo de productores, comerciantes y prestamistas que, aliados con José Antonio Páez, Carlos Soublette y otros generales de la Independencia, formaban lo que la historiografía venezolana ha dado en llamar “la oligarquía conservadora”. Su primer administrador fue, por supuesto, Leandro Miranda. Una división clara de las funciones:Miranda cuidando los intereses de la casa matriz, y Ackers de puente con el Gobierno y los intereses privados.