Los años de dictadura que vivieron los venezolanos bajo el gobierno de Juan Vicente Gómez, desde 1908 hasta su muerte en 1935, dejaron pasar inadvertidos ciertos hechos de nuestra historia cotidiana. Es cierto que muchos acontecimientos aparecen de manera reiterada en los periódicos: grandes sucesos económicos, políticos o sociales. Pero si se trata de, por ejemplo, la delincuencia menor, apenas si se tiene una que otra referencia. Son 27 años de historia en los cuales los ladrones de alpargatas o de plátanos escasamente se mencionan. ¿No hubo manilargos en el país? Por supuesto que sí.
Rateros, a pesar de todo Sabemos que el gendarme se apoltronó a gobernar con una policía conocida como La Sagrada, vigilantes que tenían la función de mantener el orden político. Era un cuerpo de seguridad que iba por las ciudades con un machete en la cintura y un fusil en el hombro, sin uniforme, infundiendo pánico a su paso. Aunque su trabajo era la seguridad política, la ferocidad de este cuerpo puede darnos una idea de cómo podía sentirse cualquier venezolano que era merodeado por los galopes de la policía.También imaginamos lo difícil que sería para cualquier ladrón menor –conocidos vulgarmente como rateros–, intentar alguna fechoría. Incluso podríamos suponer que, ante la represión, quedaron borrados por 27 años del territorio nacional. Pero no es así. En medio de la contención, los ciudadanos de Caracas se vieron perturbados por los malhechores.