A inicios del siglo XX, Venezuela seguía siendo un país rural. Los últimos esfuerzos por modernizarla se habían llevado a cabo durante la gestión de Antonio Guzmán Blanco. Sin embargo, pese al ferrocarril y a algunas edificaciones y obras de ornato, en el fondo, poco o nada había variado para el hombre común. Sus usos y costumbre permanecían casi intactos desde la centuria anterior.
Así pues, era muy familiar encontrarse con la figura del vendedor de leche que con su vaca y su becerrito −que estaba allí para estimular la bajada de la leche−, recorría las calles empedradas ofreciendo la mercancía fresca, tal como lo vemos en esta fotografía de una calle en el casco histórico de La Guaira.En la imagen también podemos observar a varios lugareños, entre los que sobresalen los niños, que esperan pacientemente su turno para proveerse de tan estimado producto. En esa época, otra forma de obtener la leche era acudir a los mercados, por ejemplo al de San Jacinto. En la década de los años veinte, y gracias a los inicios de la explotación petrolera, se comienza a importar, entre otros productos, la leche en polvo y la leche evaporada. Paulatinamente desparecerá de las escenas cotidianas el vendedor ambulante de leche.