Un depósito de relojes en la casa natal del Libertador

     En la Casa Natal del Libertador, situada entre las esquinas de San Jacinto y Traposos, funcionó en las últimas décadas del siglo XIX un Depósito de Relojes y Joyería de la firma Perrenoud y Beiner. Podemos suponer que esto ocurrió ante la mirada indiferente de las autoridades y de la mayoría de los caraqueños. Lo que a nuestros ojos puede parecer un acto insólito, para los venezolanos decimonónicos debió ser un hecho cotidiano, aunque éste no sería el único establecimiento comercial que albergó el histórico recinto: en 1893 estaba situado allí el Almacén de Mercancías de la firma Juan Nölk, cuyo propietario en un anuncio (que publicamos en el dossier de este número, ver página 63) señalaba: “la gran capacidad de esta casa histórica me permite recibir en consignación toda clase de frutos y productos del país de cuya venta en esta plaza a los precios más ventajosos posibles, me ocuparé personalmente”.

     Sus primeros nueve años de vida transcurren en esta residencia que, en los inicios del siglo XIX, es vendida a Juan de la Madriz. En 1886 el presidente Antonio Guzmán Blanco, interesado en enaltecer la figura del Libertador como mecanismo para resaltar su propia figura, compra esta propiedad. Pese a su proclamado fervor bolivariano (celebró con gran pompa el centenario del Libertador e hizo construir el Panteón Nacional donde fueron trasladados los restos del prócer), mientras estuvo en posesión de esta Casa no la convirtió, como era de esperarse, en un museo histórico, ni adelantó que sepamos alguna gestión para que formara parte del patrimonio nacional; por lo tanto, a su muerte pasó a manos de sus herederos. En 1912, la Sociedad Patriótica abre una suscripción popular para comprarla y donársela a la nación. Cuatro años más tarde, se inician los trabajos de remodelación que involucraron a un equipo conformado por los arquitectos Alejandro Chataing y Antonio Malaussena, con la asesoría de Vicente Lecuna, Manuel Landaeta Rosales, Manuel Segundo Sánchez y el anticuario Christian Federico Witzke, éste último refiere en sus memorias un percance ocurrido con la obra: “Llegamos a la casa (de Bolívar) Landaeta y yo, y con gran sorpresa vimos que estaban removiendo el piso del zaguán… Éste estaba construido con vértebras de ganado unidas con cemento, estaba pulido a mano, toda una obra de arte colonial. De inmediato tratamos de paralizar los trabajos, pero el contratista prosiguió la demolición (sólo éramos asesores) y al final no pudimos hacer nada”. funcionaba en la Casa Natal del Libertador.

Deja un Comentario

Tu dirección de email no será publicada. Campos obligatorios *

*