Sólo la muerte, el 17 de diciembre de 1935, puso fin a la larga dictadura de 27 años del general JuanVicente Gómez. La ciudad de Caracas y otros puntos del país fueron testigos de las reacciones de los ciudadanos. Algunos se lanzaron jubilosos a las calles; otros, ansiosos de hacer justicia, saquearon las casas de muchos afectos al régimen. En esos días turbulentos se conoció la noticia del asesinato del primo del Benemérito: Eustaquio Gómez. El presidente encargado, general Eleazar López Contreras, de vocación decididamente más democrática que su antecesor, decretó la censura de la prensa. Esta medida, lejos de aplacar los ánimos, generó nuevas protestas.
El 14 de febrero de 1936, en horas de la mañana, en la ciudad de Caracas, centenares de manifestantes se congregaron en la Plaza Bolívar. La manifestación fue duramente reprimida por las fuerzas policiales, con saldo de algunos muertos y varios heridos. Transcurridas pocas horas, contrario a todos los pronósticos, los ciudadanos se reagruparon y decidieron marchar al palacio de Miraflores. Mucho se ha dicho de la heroicidad de los protagonistas de esta jornada, pero es bueno recordar la presencia de la mujer en estas protestas. Se trata de un hecho importante de resaltar, no sólo por la significación de esta fecha “auroral de nuestra democracia” (Manuel Caballero), sino por este grupo de mujeres sin voz ni voto, ya que la constitución les negaba el derecho a elegir y ser electas para cargos de representación popular. De una tímida participación política en los sucesos de febrero de 1928, pasarán a conformarse en organizaciones femeninas para emprender una lucha incansable por sus derechos civiles. Es así que ese año se crea la Sociedad Patriótica de MujeresVenezolanas, en defensa de los presos políticos, y la Agrupación Cultural Femenina, que durante el gobierno de López Contreras agitaba como bandera, entre otras, la de su derecho a tener beligerancia política a través del voto. Cabe señalar que se enfrentaban a una sociedad que, en aquellos momentos concebía el papel de la mujer limitado al de ser esposas y madres. Incluso, en esa época su presencia en las aulas universitarias era muy escasa debido a esas mismas razones: la mujer para cumplir con el rol que les estaba encomendado no necesitaba de estudios universitarios. Tales eran, pues, los obstáculos que debieron salvar estas primeras luchadoras en su empeño por conquistar aquellos espacios de participación política que les había estado vedado.