Una imposición puso fin al horror

     Un domingo fue el día escogido para derrumbar las estructuras del Retén de Catia, centro penitenciario que había entrado en funcionamiento en 1966 con capacidad para 750 reclusos, y tres décadas después era conocido por las historias, que trascendieron las paredes de esta cárcel y que hablaban de horror y de oprobio. El 16 de marzo de 1997 a las 12:55 pm, el entonces presidente de la República doctor Rafael Caldera, oprimió el botón que produjo una enorme implosión. 110 kilogramos de explosivo, colocados por personal experto en 2.500 puntos de la construcción, desmoronaron de una sola vez el Retén. El país fue testigo de este acontecimiento que fue transmitido por las televisoras nacionales.

     La demolición no obedeció a un hecho azaroso, formaba parte de un programa orientado a la modernización del sistema carcelario. La clausura de este centro penitenciario era inaplazable; hacía mucho que había desbordado su capacidad para albergar prisioneros. Los sangrientos conflictos a causa del hacinamiento dieron cuenta, en innumerables ocasiones, de varios muertos y heridos. Las condiciones infrahumanas en las que se convivía en el penal y la lucha por la supervivencia, incluso fue denunciada en una película de Clemente de la Cerda titulada Retén de Catia (1984).

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