Durante el mes de mayo de 1921 Venezuela recibió la visita de don Fernando María de Baviera y Borbón. Sin duda se trató de un gran acontecimiento. La revista Billiken reseñaba en sus páginas el alboroto que causó la presencia de tan distinguido personaje y la calificó como: “Una gran fiesta espiritual del pueblo venezolano […] Los francos júbilos colectivos han expresado claramente que trátase de un rito cordial de la raza”.
Su llegada creó gran expectativa entre los venezolanos, quienes se preguntaban acerca del aspecto que tendría un príncipe, un representante de la más rancia realeza europea. Para muchos el referente más cercano era el príncipe azul de los cuentos de hadas, con capa y corona. Llenos de alegría y curiosidad, los caraqueños se agolpan en la calle para ver pasar la caravana que conducía a don Fernando de Baviera y Borbón. “Ahí viene el príncipe”, dice la multitud y aplaude a su paso.
El príncipe viste uniforme militar, es alto y rubio; completa su atuendo con un casco coronado de plumas. El ilustre visitante se alojó en el edificio del general Eloy Anzola. Mientras estuvo en estas tierras se le tributaron varios homenajes. El presidente provisional –que lo era desde 1915–, Victorino Márquez Bustillos, le impuso la Orden del Libertador en Primera Clase en el salón Elíptico del Palacio Federal. Presidió un acto en la Casa Natal del Libertador, en el cual la colonia española donó a ese museo el cuadro El matrimonio de Bolívar del pintor Tito Salas. Asistió a una recepción en el Palacio de Miraflores y a otra en la Casa Amarilla. Esta fotografía corresponde al Té danzante, ofrecido por el Ejecutivo Federal en los salones y jardines del Club Venezuela. En ella aparece, en el centro, Juan Vicente Gómez, Comandante en Jefe del ejército y presidente electo; a su derecha, el príncipe don Fernando de Baviera y Borbón, y a su izquierda, el vicepresidente y el gobernador del Distrito Federal.
Pero esta visita no pasó inadvertida para los adversarios del régimen que purgaban su osadía con la cárcel, ni para las madres, esposas o hermanas de estos presos políticos. En su Memorias de un venezolano de la decadencia, José Rafael Pocaterra reseña este acontecimiento: al Borbón “le hacen una de pantomimas de saraos, de ridiculeces. Todos estos mulatos, todos estos jayanes están enloquecidos de principalidad […] Un grupo de damas –las madres, las esposas, las hijas de los presos– van en comisión a casa del Real visitante y éste, que no quiere comprometerse y además se divierte mucho…, las hace recibir por su secretario… El pueblo de Caracas forjó un chiste. Dizque el príncipe se presentó a Gómez ― ¡Fernando de Baviera y Borbón! Y que Gómez contestó sin inmutarse: ― ¡Juan Vicente de Maracay y Tocorón!”.