Las mujeres y la guerra

     “Las repúblicas suramericanas generalmente se encuentran en una de estas tres condiciones: sumidas en una guerra civil, reconstruyendo el orden resultante del caos de la revolución o preparándose para una nueva agitación.” Así se expresa el corresponsal norteamericano William Nephew King, quien estuvo en Venezuela en 1892, justo cuando se libraba una de las tantas revoluciones que caracterizaron nuestro siglo XIX: la Revolución Legalista. El corresponsal acompañó a los revolucionarios desde el mes de agosto hasta el desenlace de la guerra, casi dos meses después, y dejó como testimonio un valioso álbum fotográfico. El acucioso investigador Manuel Landaeta Rosales, quien en su biografía de Joaquín Crespo –escrita apenas meses después de los acontecimientos– hace un recuento pormenorizado de la guerra, contabilizando muertos, heridos, combates, caudillos, parques, prisioneros, etc., no menciona la presencia del contingente de mujeres que no se contentaron con seguir a la tropa y realizar tareas como la de cocinar, lavar la ropa, en fin, atender a los combatientes, como era el caso de las troperas, sino que enfrentaron también, armas en mano, al ejército contrario.

     Esta imagen muestra la presencia femenina en la Revolución Legalista: las guerreras. Mujeres que, al igual que los hombres –padres, hijos o esposos–, abandonaban sus lugares de origen y una vida más tranquila para unirse a las tropas revolucionarias y tomar parte en la contienda. Su presencia ha pasado inadvertida para quienes se han ocupado de estudiar este aspecto de la historia.

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