A la muerte de Juan Vicente Gómez, en diciembre de 1935, las fuerzas vivas de Venezuela se movilizan para evitar el continuismo. Las medidas con que López Contreras inauguró su mandato se quedaron cortas ante el reclamo popular: no logró apaciguarlo el aumento del salario mínimo, de tres a cinco bolívares diarios, ni la reorganización de los cuadros de gobierno, en la que se abría algo más el gabinete pero quedaban ratificados el canciller y el gobernador del Distrito Federal, general Félix Galavís. Ante la censuradora circular enviada por éste último a todas las redacciones caraqueñas el 12 de febrero de 1936, el Secretario General de la Federación de Estudiantes de Venezuela, Jóvito Villalba, remitió a López Contreras una carta exigiendo la restitución de las garantías constitucionales –que se hallaban suspendidas desde el 5 de enero– y el respeto a la libertad de expresión. Movida también por otras organizaciones, gremios y partidos políticos, la multitud permanecía el día 14 concentrada pacíficamente en la plaza Bolívar, frente a la gobernación, cuando una descarga desde el palacio provocó el caos general y seis muertos. En respuesta, los dirigentes de los partidos acordaron marchar esa misma tarde hasta Miraflores; y la manifestación, encabezada por el rector de la Universidad y por los jóvenes Jóvito Villalba y Rafael Caldera, fue recibida por el presidente.
Aunque no se llegó a determinar quién ordenó los disparos, López Contreras sustituyó a Galavís y llamó a su gobierno a algunos destacados antigomecistas que habían participado en la manifestación. El programa de gobierno que presentó –el llamado “programa de febrero”–, en el que se incorporaban sensibles cambios y mejoras en la vida pública nacional, fue un intento de asimilar las inquietudes y necesidades expresadas en esta primera protesta masiva del siglo XX venezolano.