Francisco de Miranda y la masonería

La forja de un mito

     Historiadores y políticos como el francés Jules Mancini, el argentino Bartolomé Mitre o el colombiano Américo Carnicelli, junto a escritores antimasónicos interesados en traslucir la Independencia americana como un gigantesco contubernio engendrado por sociedades secretas, han forjado el mito del papel esencial desplegado por la masonería en el proceso de la emancipación. Dentro de esa conspiración universal inducida por los iniciados en tales misterios, el Precursor, el caraqueño Francisco de Miranda, ha ejercido un papel trascendental al convertirse en el forjador de ese cosmos de arcanos y enigmas desconocidos por los vulgares mortales que traslució en su Gran Reunión Americana, que se supone la logia primigenia, convertida en matrona de la futura rebelión de los criollos contra la Madre Patria, dentro de esa conjura de dimensión planetaria en la que ocupaban un lugar preeminente los jesuitas expulsos.

La masonería regular y los Grandes Orientes

     Pero para valorar en su justa medida las causas de tal empecinamiento, que sigue siendo una constante en una numerosa historiografía sobre las guerras de Independencia hispanoamericana, conviene retrotraernos a entender de qué masonería se habla cuando se emiten esos juicios. Es esencial determinar cuáles eran esas logias que supuestamente habían conspirado contra la Madre Patria y que habían sido las inspiradoras del pensamiento mirandino. En la masonería existen dos grandes corrientes. Por un lado, la regular de las Grandes Logias, que deriva de las Constituciones de Anderson de 1723, mayoritaria en Gran Bretaña y Estados Unidos, y en la que no se permite la entrada de mujeres, se debe tener una religión y ser creyente en un Dios, en un Gran Arquitecto del Universo. A ella pueden acceder personas de todas las creencias. Por otro, la llamada irregular, de los Grandes Orientes, de rito escocés, que predomina en Francia. Se autoriza dentro de sus logias la presencia femenina y la de agnósticos. En las dos obediencias conviven personas de diferentes religiones y está expresamente prohibido hablar de religión y de política. No son sociedades secretas, sino discretas, porque está prohibido el proselitismo y se dicen inspiradas en la gran fraternidad universal y la filantropía. En definitiva, por sus estatutos eran en principio ajenas a todo planteamiento político de carácter insurreccional.

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