Piratas, corsarios y bucaneros

     Fantasía y realidad se juntan para dar cuenta de esos personajes que, movidos por el ideal de la riqueza fácil, se dieron a la tarea de asaltar embarcaciones en las cálidas aguas caribeñas, en una actividad que alcanzó su máximo apogeo a finales del siglo XVI y a lo largo del XVII. El oro, la plata, y más tarde el cacao y muchos otros productos, atraían a los que, conocidos genéricamente como piratas, atendían a sus especificidades con distintas denominaciones, algunas de ellas nacidas en el Caribe.

     Nuestra historia puede tener varios inicios, según el saber y la memoria de quienes contemplan el mar Caribe en el apogeo colonial de su historia: los siglos XVII y XVIII. Así, podría ser una vieja casa de bajare que que funciona de taberna de mala muerte en una isla llamada Tortuga, cerca de la otra más grande de Santo Domingo, en una noche poco serena en espera de un huracán; o podría ser otra taberna lejana, la Almirante Benbow, con sus clientes borrachos cantando: “Quince hombres en el cofre del muerto…¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ¡Y una botella de ron!”. En un caso, como en el otro, fantasía y realidad se mezclan tanto en la memoria como en la realidad de los hechos: hombres curtidos que van detrás del señuelo de la riqueza fácil, la que los barcos españoles repletos de oro y plata llevan a la corte de España, para su fortuna y ruina.

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